Desprecio
absoluto por la vida de los refugiados. Xenofobia institucional.
Crisis económica y modelo de desarrollo inhumano. Paro estructural.
Corrupción epidémica y sistémica. Periodismo miserable y
mercenario. Enchufismo político y empresarial. Contaminación.
Intolerancia cultural. Mercantilización de todos los ámbitos de la
vida privada. Eufemización del robo público y de la desigualdad
programada. Irresponsabilidad gubernativa y parlamentaria. Pobreza.
Desigualdad. Uso y abuso del miedo sobre la sociedad para legitimar
posiciones de poder. Disfraces electoralistas. Individualismo
extremo. Soledad. Dependencia financiera consentida. Monarquía
decorativa. Sanidad asfixiada. Educación socavada.
¡Ya
está bien! Levantarse cada mañana y leer lo que dice la prensa
seria -subráyese seria y añádase alternativa- le lleva a uno a
cuestionarse cómo narices puede seguir la sociedad sometida a este
cruel sinsentido. Aunque no lo parezca, el diagnóstico resulta
sencillo partiendo de la premisa de que aplicar el sentido común no
va con las instituciones europeas ni con el gobierno de España, pues
prefieren actuar en función del sentido de sus privilegios: cerrar
fronteras y calentar jacuzzis; exigir reajustes de la deuda y mejorar
sus condiciones de enriquecimiento; presumir de sueño europeo y ser
la pesadilla de las regiones meridionales. Uno se pregunta “¿hasta
cuándo?” Y se contesta: “hasta que el estanque se quede sin agua
y salten las ranas”.
Al
neoliberalismo le quedan muchas armas todavía. Armas de anulación
masiva de la justicia social, económica y jurídica y estrategias de
cercamiento al pueblo, a la gente, a la mayoría, o como quieran
llamarle. El TISA aprobado en el parlamento europeo por populares,
socialistas y ciudadanos adelanta la estacada final hacia un Matrix
capitalista neo-neoliberal que permitirá anclar firmemente al faraón
y darle la vida eterna en un valle de reyes globalizado. Los
mandamientos están claros: "liberaliza el comercio",
"produce", "supérate", "compite",
"invierte", "sé eficaz", "sé fiel a la
corporación ", "sé un ganador y, por supuesto, nunca un
perdedor". Tócate las narices. ¿Y dónde hay hueco para los
demás? ¿dónde hay sitio para la gente que prefiere equilibrar la
balanza para que TODOS vivan dignamente? Sí, efectivamente, el hueco
está en el vertedero. Vamos mal, pero podemos ir a peor.
Pensemos
en el desarrollo de las máquinas y su aplicación en la vida
laboral. Cajeros y peajes automáticos, robots multitarea o máquinas
industriales están sustituyendo la mano de obra y, con ello,
suprimiendo la fuente de ingresos de muchas familias que dependían
de los frutos de esa labor. La excusa del superemprendedor será la
del aumento de los beneficios por reducción de costes relacionados
con el capital variable. ¡Bravo! Y justificarán este crimen sobre
la base de versículos escritos por economistas bendecidos como
Friedrich Hayek quien, refugiándose en un premio nobel creado para
la consolidación del sistema vigente, afirmará que la intervención
del poder público en el ámbito económico conduce inexorablemente
hacia la consolidación de totalitarismos. De nuevo, tócate las
narices. ¿Y cómo solucionó EEUU los desastres del capitalismo tras
la Gran Depresión? ¿Acaso el nazismo empezó siendo un fenómeno
ideológico de izquierdas?
Como
afirmó recientemente el economista Vicenç Navarro "el
neoliberalismo es una religión, fundada por los dioses económicos
que rigen el mundo, y que se sostiene a base de fe, promovida por los
medios que se llaman de información pero que básicamente son de
persuasión, controlados por aquellos dioses" (http://www.revistarambla.com/v1/sociedad/denuncias/3215-el-neoliberalismo-como-opio-del-pueblo).
Se repite la historia del poder religioso como herramienta del miedo
y dique de contención de los poderes fácticos. En este caso,
podemos hablar de una religión que bebe de los postulados del
protestantismo (Weber, 2011) y que termina mutando en un tipo de
religión desprovista de pudor y de andamiaje moral. La conjugación
de sus elementos cuajan en un tipo de deidad instintiva, depredadora
y salvaje cuyos rasgos definitorios dibujan un perfil masculino,
egoísta, inmoral, ambicioso, competitivo, destructor y -por
supuesto- todopoderoso: ¿Donald Trump?
La
labor evangélica se desplaza del monasterio, la sinagoga o la
mezquita hacia los medios de comunicación financiados por los
bancos. Su mensaje se adapta perfectamente a los tiempos posmodernos
del fogonazo estético y el titular ramplón. Que si el demonio va a
Venezuela, que si el advenimiento del apocalipsis será causa de la
ruptura territorial, que si el diablo quiere sentarse en el sillón
de Dios, bla, bla, bla. Las argucias para atraparnos en Sión son
innumerables. De hecho, todos tenemos de alguna manera grabado en
nuestro subconsciente sus premisas básicas. ¿Quién no ha sentido
en algún momento complejo de inferioridad o de superioridad? ¿quién
no ha utilizado su lenguaje ambiguo? ¿quién no ha pensado en
términos de producción y efectividad para intentar comprender
decisiones políticas sospechosas? ¿quién no ha votado al PSOE
pensando que votaba a la izquierda?
Tristemente
el espectro político creado por nuestro imaginario social distribuye
la ideología sobre un eje bipolar en el que caben medias tintas
tales como el centro-izquierda y el centro-derecha. Medias tintas que
camuflan una realidad ocultamente manifiesta: la defensa de la
hegemonía cultural, política y económica de los dueños de los
bancos y las grandes empresas sobre la mayoría social. De ahí que
la autodenominada socialista Carme Chacón hable de agilizar los
deshaucios para proteger a los propietarios
(https://www.youtube.com/watch?v=EWaL1OKiVKw).
Estamos
hartos de acudir a la vulneración sistemática de los postulados
básicos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por
parte de quien toma en las sombras las riendas del poder. Los
refugiados piden auxilio y obtienen principalmente como respuesta los
ecos de su sufrimiento y el rechazo institucional. La gente duerme en
la calle mientras en España hay más de TRES MILLONES DE VIVIENDAS
VACÍAS
(http://www.publico.es/actualidad/espana-millones-viviendas-vacias.html).
Los hospitales no dan abasto por falta de recursos y nos obligan a
rescatar el bolsillo de los banqueros sobre la premisa dogmática de
la “estabilidad de los mercados". Los ricos son más ricos y
los pobres más pobres. Lo público palidece mientras el socialista
Sánchez firma un acuerdo de investidura de corte neoliberal con el
hermano Rivera. El escenario es aterrador.
Ante
esta situación sólo queda contestar a una pregunta, ¿qué podemos
hacer? Pues a mi modo de ver, lo que políticos otrora denostados por
los medios propagandísticos como Julio Anguita defienden: pelear con
argumentos y dar ejemplo a ras de suelo sin delegar nuestra
responsabilidad individual en los políticos. Apuntar más allá de
los títeres de la casi inminente “Gran Coalición” y destapar
las sombras trajeadas. Atacar con nuestra crítica la retaguardia del
sistema e incluir en ella a los auténticos poderosos que nos empujan
sin piedad hacia esta miserable situación. Personalidades faraónicas
como Botín, Pérez, Ortega, Draghi, Lagarde o Vasile.
Debemos
informarnos, leer, dialogar, escuchar, razonar. Ser valientes y dar
visibilidad a las verdades socavadas o tergiversadas por la poderosa
maquinaria de grupos propagandísticos como PRISA. Ir más allá de
la espuma del día a día y cuestionar nuestros prejuicios acudiendo
a la cultura. Una cultura gramsciana que se retroalimenta en el
diálogo con uno mismo y que debe proyectarse hacia fuera: "[cultura
como] organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la
personalidad propia, conquista de una consciencia superior por la
cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su
función en la vida, sus derechos y sus deberes" (Gramsci, 2013,
p. 22)
-Antonio
Gramsci, Antología, Madrid, Akal, 2013.
-Juan
Andrade, Julio Anguita, Atraco a la memorida: un recorrido
histórico por la vida política de Julio Anguita, Madrid, Akal,
2015.
-Max
Weber, La
ética protestante y el espíritu del capitalismo, México
D. F., FCE, 2011.
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