domingo, 20 de marzo de 2016

Debemos recordar la barbarie

Debemos recordar. Recordar el sobrecogedor primer contacto con el horror del Holocausto, de la violencia más extrema que el odio sembró en la Europa de entreguerras. Ese rito iniciático en el que pasamos del calor de nuestra casa, escuela o instituto a conocer el abismo del exterminio. A la destrucción de personas como nosotros, como tú, como yo, como nuestros padres, hermanos, hermanas, amigos y amigas. Recordar el hundimiento de sus ilusiones y recuerdos. Recordar la rabia y la angustia que sentimos viendo “La lista de Schindler”, “El pianista”, “La vida es bella”, “Shoah” o “1984”. Recordar la primera vez que en el instituto nos hablaron de lo que pasaba en Auschwitz, en los Gulags soviéticos, en Ruanda, en Miranda del Ebro o en Hiroshima.
No debemos olvidar tampoco a los millones de europeos que miraron hacia otro lado mientras la apisonadora Nazi aniquilaba a niñas, a niños, a hombres, a mujeres y ancianos. No olvidemos esa puñetera pasividad que, de alguna forma, les hizo cómplices de la muerte industrializada de más de 6 millones de personas en los campos. Personas olvidadas por otras personas que se vieron empujadas por nuestra monstruosidad a sufrir palizas, vejaciones, torturas, amputaciones, experimentos y asesinatos.
Imaginemos el futuro, cuando nuestros hijos o nietos tengan que estudiar para el examen del martes como sus familiares -muy ocupados en ver el fútbol o Gran hermano; en escribir poemas sobre la inmensa belleza de los dedos del sol acariciando la dulce campiña de nuestra querida tierra; en subir montañas para volver a bajarlas; en autocompadecerse por no poder comprar más pisos o en colocar su culo lo más alto posible- no pudieron hacer nada. O peor aún, imaginemos que los derroteros de nuestra inacción cuajen en el renacer del horror y que sean ellos y ellas quienes paguen por nuestra absoluta falta de responsabilidad moral y social.
El fundador del Proyecto del Genocidio Camboyano, Gregory H. Stanton, diseñó un marco interpretativo en el que establece ocho estadios, o episodios, que de alguna manera indican la consumación de un genocidio. ¿Adivinas qué estadios se están desarrollando en la Europa de los refugiados? El que diferencia el "nosotros del ellos" (el primero); el que tiene que ver con simbolizar al enemigo común, es decir, los migrantes como amenaza a la “estabilidad económica” (el segundo); el relacionado con el proceso de deshumanización del ellos al calor de discursos como el que avisa acerca del riesgo de penetración del terrorismo yihadista (tercero); el que tiene que ver con su organización estatal, o institucional, reflejado en el acuerdo entre la UE y Turquía conocido como “el pacto de la vergüenza” (cuarto); y el ascenso de ideologías racistas, ultranacionalistas y xenófobas que en este caso tiene su reflejo en el auge de partidos como Alternativa para Alemania o el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen (Quinto). Quizás, quedarían más anclados a la esfera de la interpretación, y de lo que pueda suceder, el resto de estadios: la elaboración de las listas de la muerte (¿la deportación a un país tan hostil con las y los refugiados como Turquía?); la ejecución sistemática del genocidio (¿pasivo?) y la negación del mismo (cuidado con los eufemismos).
Podemos pensar que lo que sucede ahora no se asemeja en nada al horror de los genocidios del siglo XX. Digámoselo a las más de 26.000 personas que murieron en el Mediterráneo durante los últimos 14 años, o a aquellos que están sufriendo amputaciones a causa del mal del “pie de trinchera”. Digámoselo también a aquellos a quienes se le ha puesto precio a su futuro (6.000 millones de euros).
Preguntémonos, ¡¿Qué les ocupa tanto a los idolatrados futbolistas como para no realizar un gesto o una declaración contundente en contra de esta barbarie que permita divulgar de forma masiva la necesidad de ofrecer auxilio?! ¡¿Qué hacen los medios que no bombardean con programas especiales esta cuestión lo suficiente como para que no podamos mirar hacia otro lado?! ¿Por qué ante algo tan obvio no se moviliza la sociedad de forma multitudinaria? ¿A qué esperamos? ¿Al desastre? ¿O nos puede el miedo servil provocado por ese invento que los poderosos han inventado -sí, los poderosos, no nosotros- “el riesgo de inestabilidad económica”? ¿Nos hemos parado a pensar en el sinsentido de los precios de productos de lujo o en el dinero que se refugia en los paraísos fiscales y qué se podría hacer con tal masa económica? Y, por último, ¿hemos pensado alguna vez cómo nos recordarán todas esas personas que han sido rechazadas, menospreciadas y humilladas por la Europa de la solidaridad?
¡Basta ya! Es el momento de cuestionar nuestras presuntas “ataduras” y movilizarnos. Salir a la calle, de forma pacífica, y decirle a los canallas que deciden estas cuestiones: “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Y aunque la ayuda material y económica es prioritaria, la disputa contra un poder no representativo que decide en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es irremplazable. De lo contrario seremos cómplices de esta barbarie.





jueves, 10 de marzo de 2016

Emergencia cultural ante el abuso del neoliberalismo

Desprecio absoluto por la vida de los refugiados. Xenofobia institucional. Crisis económica y modelo de desarrollo inhumano. Paro estructural. Corrupción epidémica y sistémica. Periodismo miserable y mercenario. Enchufismo político y empresarial. Contaminación. Intolerancia cultural. Mercantilización de todos los ámbitos de la vida privada. Eufemización del robo público y de la desigualdad programada. Irresponsabilidad gubernativa y parlamentaria. Pobreza. Desigualdad. Uso y abuso del miedo sobre la sociedad para legitimar posiciones de poder. Disfraces electoralistas. Individualismo extremo. Soledad. Dependencia financiera consentida. Monarquía decorativa. Sanidad asfixiada. Educación socavada.

¡Ya está bien! Levantarse cada mañana y leer lo que dice la prensa seria -subráyese seria y añádase alternativa- le lleva a uno a cuestionarse cómo narices puede seguir la sociedad sometida a este cruel sinsentido. Aunque no lo parezca, el diagnóstico resulta sencillo partiendo de la premisa de que aplicar el sentido común no va con las instituciones europeas ni con el gobierno de España, pues prefieren actuar en función del sentido de sus privilegios: cerrar fronteras y calentar jacuzzis; exigir reajustes de la deuda y mejorar sus condiciones de enriquecimiento; presumir de sueño europeo y ser la pesadilla de las regiones meridionales. Uno se pregunta “¿hasta cuándo?” Y se contesta: “hasta que el estanque se quede sin agua y salten las ranas”.

Al neoliberalismo le quedan muchas armas todavía. Armas de anulación masiva de la justicia social, económica y jurídica y estrategias de cercamiento al pueblo, a la gente, a la mayoría, o como quieran llamarle. El TISA aprobado en el parlamento europeo por populares, socialistas y ciudadanos adelanta la estacada final hacia un Matrix capitalista neo-neoliberal que permitirá anclar firmemente al faraón y darle la vida eterna en un valle de reyes globalizado. Los mandamientos están claros: "liberaliza el comercio", "produce", "supérate", "compite", "invierte", "sé eficaz", "sé fiel a la corporación ", "sé un ganador y, por supuesto, nunca un perdedor". Tócate las narices. ¿Y dónde hay hueco para los demás? ¿dónde hay sitio para la gente que prefiere equilibrar la balanza para que TODOS vivan dignamente? Sí, efectivamente, el hueco está en el vertedero. Vamos mal, pero podemos ir a peor.

Pensemos en el desarrollo de las máquinas y su aplicación en la vida laboral. Cajeros y peajes automáticos, robots multitarea o máquinas industriales están sustituyendo la mano de obra y, con ello, suprimiendo la fuente de ingresos de muchas familias que dependían de los frutos de esa labor. La excusa del superemprendedor será la del aumento de los beneficios por reducción de costes relacionados con el capital variable. ¡Bravo! Y justificarán este crimen sobre la base de versículos escritos por economistas bendecidos como Friedrich Hayek quien, refugiándose en un premio nobel creado para la consolidación del sistema vigente, afirmará que la intervención del poder público en el ámbito económico conduce inexorablemente hacia la consolidación de totalitarismos. De nuevo, tócate las narices. ¿Y cómo solucionó EEUU los desastres del capitalismo tras la Gran Depresión? ¿Acaso el nazismo empezó siendo un fenómeno ideológico de izquierdas?

Como afirmó recientemente el economista Vicenç Navarro "el neoliberalismo es una religión, fundada por los dioses económicos que rigen el mundo, y que se sostiene a base de fe, promovida por los medios que se llaman de información pero que básicamente son de persuasión, controlados por aquellos dioses" (http://www.revistarambla.com/v1/sociedad/denuncias/3215-el-neoliberalismo-como-opio-del-pueblo). Se repite la historia del poder religioso como herramienta del miedo y dique de contención de los poderes fácticos. En este caso, podemos hablar de una religión que bebe de los postulados del protestantismo (Weber, 2011) y que termina mutando en un tipo de religión desprovista de pudor y de andamiaje moral. La conjugación de sus elementos cuajan en un tipo de deidad instintiva, depredadora y salvaje cuyos rasgos definitorios dibujan un perfil masculino, egoísta, inmoral, ambicioso, competitivo, destructor y -por supuesto- todopoderoso: ¿Donald Trump?

La labor evangélica se desplaza del monasterio, la sinagoga o la mezquita hacia los medios de comunicación financiados por los bancos. Su mensaje se adapta perfectamente a los tiempos posmodernos del fogonazo estético y el titular ramplón. Que si el demonio va a Venezuela, que si el advenimiento del apocalipsis será causa de la ruptura territorial, que si el diablo quiere sentarse en el sillón de Dios, bla, bla, bla. Las argucias para atraparnos en Sión son innumerables. De hecho, todos tenemos de alguna manera grabado en nuestro subconsciente sus premisas básicas. ¿Quién no ha sentido en algún momento complejo de inferioridad o de superioridad? ¿quién no ha utilizado su lenguaje ambiguo? ¿quién no ha pensado en términos de producción y efectividad para intentar comprender decisiones políticas sospechosas? ¿quién no ha votado al PSOE pensando que votaba a la izquierda?

Tristemente el espectro político creado por nuestro imaginario social distribuye la ideología sobre un eje bipolar en el que caben medias tintas tales como el centro-izquierda y el centro-derecha. Medias tintas que camuflan una realidad ocultamente manifiesta: la defensa de la hegemonía cultural, política y económica de los dueños de los bancos y las grandes empresas sobre la mayoría social. De ahí que la autodenominada socialista Carme Chacón hable de agilizar los deshaucios para proteger a los propietarios (https://www.youtube.com/watch?v=EWaL1OKiVKw). 

Estamos hartos de acudir a la vulneración sistemática de los postulados básicos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de quien toma en las sombras las riendas del poder. Los refugiados piden auxilio y obtienen principalmente como respuesta los ecos de su sufrimiento y el rechazo institucional. La gente duerme en la calle mientras en España hay más de TRES MILLONES DE VIVIENDAS VACÍAS (http://www.publico.es/actualidad/espana-millones-viviendas-vacias.html). Los hospitales no dan abasto por falta de recursos y nos obligan a rescatar el bolsillo de los banqueros sobre la premisa dogmática de la “estabilidad de los mercados". Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Lo público palidece mientras el socialista Sánchez firma un acuerdo de investidura de corte neoliberal con el hermano Rivera. El escenario es aterrador.

Ante esta situación sólo queda contestar a una pregunta, ¿qué podemos hacer? Pues a mi modo de ver, lo que políticos otrora denostados por los medios propagandísticos como Julio Anguita defienden: pelear con argumentos y dar ejemplo a ras de suelo sin delegar nuestra responsabilidad individual en los políticos. Apuntar más allá de los títeres de la casi inminente “Gran Coalición” y destapar las sombras trajeadas. Atacar con nuestra crítica la retaguardia del sistema e incluir en ella a los auténticos poderosos que nos empujan sin piedad hacia esta miserable situación. Personalidades faraónicas como Botín, Pérez, Ortega, Draghi, Lagarde o Vasile.

Debemos informarnos, leer, dialogar, escuchar, razonar. Ser valientes y dar visibilidad a las verdades socavadas o tergiversadas por la poderosa maquinaria de grupos propagandísticos como PRISA. Ir más allá de la espuma del día a día y cuestionar nuestros prejuicios acudiendo a la cultura. Una cultura gramsciana que se retroalimenta en el diálogo con uno mismo y que debe proyectarse hacia fuera: "[cultura como] organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de una consciencia superior por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes" (Gramsci, 2013, p. 22)

-Antonio Gramsci, Antología, Madrid, Akal, 2013.
-Juan Andrade, Julio Anguita, Atraco a la memorida: un recorrido histórico por la vida política de Julio Anguita, Madrid, Akal, 2015.
-Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México D. F., FCE, 2011.