viernes, 4 de diciembre de 2015

¡Que viene el IBEX! ¡Que viene el IBEX!

No aguanto más. Lo veo en la tele, lo escucho en la radio y lo leo en internet: según los sondeos, "Ciudadanos" es la fuerza que más crece de cara a las elecciones generales del 20 de este mes. ¿Qué nos pasa a los españoles? ¿sabemos a quién votamos? Me cuesta creerlo teniendo en cuenta las consideraciones de mucha gente que afirma que dicho partido es de centro-izquierda. Es algo que me revuelve las entrañas y me obliga a vomitar lo que en mis vísceras se gesta como consecuencia de tanto empache mediático y de los efectos secundarios que implica asistir al juego del trilero.
Como pasa en lo íntimo, todos tenemos algo de nuestra madre y de nuestro padre. El caso de uno de los adalides del ¿cambio?, el niño bonito de los oligarcas económicos, Albert Rivera, no es ajeno a este ancestral fenómeno humano. Guapo, trajeado y hablador es para el IBEX 35 lo que el hueso al perro, el combustible al coche y el Candy Crash a Celia Villalobos: una divina revelación. El nuevo juguete para fardar y asustar a los otros niños deja obsoleto un Furbyjoy que sólo sabe decir "...es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde". Este nuevo artilugio ofrece además de las prestaciones tecnológicas propias de la nueva generación -como un molón anticorruptor-, prestaciones mágico-chamánicas tales como la sanidad pública con copago, el contrato único para acabar con los temporales o el sofocante complemento salarial público para ¿ayudar? al trabajador y encumbrar al empresario más allá del Nido de Águilas.
Este idilio amoroso entre el que tiene y el que quiere que éste siga teniendo ha sido, por fortuna, capturado episódicamente por los medios de comunicación. Pienso en las cartas de amor eterno y fidelidad escritas en periódicos como El Mundo, El País o ABC. Pienso en las entrevistas enjuagadas con vaselina de la mano de profesionales de lo audiovisual como el ¿imparcial? Pablo Motos. Pienso en su afanoso groupie Eduardo Inda traqueteando sus tensas mandíbulas en un ejercicio de amor kingkongniano en el que es asediado por Pablo Iglesias "el rojo radiactivo amigo de Satanás que si lo miras te quedas ciego y sin reyes magos". Y sobre todo, pienso en una parte importante de votantes potenciales que ven en aquél una promesa de cambio y de progreso posicionado en el centro, aunque basculado hacia la izquierda. Pienso, pienso y pienso y sufro, sufro y sufro. ¿Por qué? Porque me acuerdo del 15-M, de los indignados y de la gente en la calle al grito de "Basta ya". De los desahucios, de los recortes y de los plasmas.
La ilusión del cambio ha sido vilipendiada con artificio e ingenio. Esto último, hay que reconocérselo a los faraones de las multinacionales del presente. Han cogido a un tipo de edad similar a la del otro tipo, le han cubierto de atrezzo, así como dotado de numerosos apoyos, y le han dicho: "Mira, Albert, el rebaño está descontrolado y se ha escapado de la hacienda. Ya sabes cómo se mueven en masa, los asustas un poco, les cuentas una historia que parezca seria y, sin que se den cuenta, nosotros nos encargamos de dirigir sus pasos utilizando los medios de comunicación para que vuelvan, sumisos y satisfechos, a donde les corresponde. A cambio, te prometemos que podrás cumplir tu sueño: ir a la Casa Blanca y hacerte una foto con otro de nuestros representantes".
Así se lo montan los grandes magnates y así nos las comemos nosotros. El resultado no puede ser más redondo si atendemos a las encuestas. Y no puede ser más meritorio si observamos lo atractivo del sonsonete que reza que "Ciudadanos" es un partido de centro-izquierda.¿A que a ninguno de nosotros nos resultaría sencillo convencer a alguien de que un coche negro es blanco? Conseguirlo sería toda una hazaña de retórica persuasiva. Para la banda del IBEX 35 es moco de pavo. Ellos lo harían. Nos dirían que los cerdos vuelan, que el agua está seca o que el dinero público no se puede invertir en la gente. Y nosotros también lo haríamos. Nos lo creeríamos todo.
¿Qué pasó con aquel mayo de 2011 cuando en las calles de toda España resonaba la percusión de las cacerolas, se respiraban ambiciones de cambio y se acampaba en los ayuntamientos? Pues que, al parecer, todo se trataba del prólogo de una novela de aventuras ambientada en un lugar llamado Venezuela, donde el señor Oscuro Monedero forjó un trabajo mediante el uso de tenebrosas artes para hundir al pueblo español en las tinieblas. Una novela cuyo argumento -ojo spoiler- cuenta las aventuras y desventuras a las que Albert de Rivendell tendrá que hacer frente para devolver a las gentes medias al lugar que les corresponde: la servidumbre.
Por suerte, la aguja del tiempo aún no ha dictado sentencia definitiva y el talón de Aquiles sigue a tiro. Es la hora del puño en la mesa, de la lucha de David contra Goliat y de tensar la cuerda, sin olvidar su regla más básica: gana el que tire con más fuerza. Permitámonos la licencia taliónica de responder con la fuerza de la unión a los que con la fuerza de los recursos pretenden nuestra capitulación.